Por Alejandro Murciano Brea En los meses posteriores a la pandemia, al calor del debate sobre los fondos europeos, volvió a escena una viejo asunto que ya nos suena de anteriores crisis: la escasa disciplina financiera que, presuntamente, acompaña a los países del Sur de Europa. El argumento, que ya se esgrimió, por ejemplo, en el rescate a Grecia, radica en que las naciones con mayor fortaleza financiera de la Eurozona (Alemania, Países Bajos, Suecia, Finlandia, etc.) no tienen por qué acudir al rescate de otros países que viven y gastan por encima de sus posibilidades. Algunos Estados se definieron esos días como "frugales", para dejar evidencia de que su esfuerzo financiero no tenía por qué destinarse en financiar los derroches sus vecinos del Sur. El argumento se compra bien, como si se tratara de un padre que caritativamente le presta dinero a su hijo, o quizás la historia de un amigo que abronca a otro por haberse gastado la paga extra en caprichos para después pedirle...