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Frugales contra derrochadores. Centro y periferia en Europa

Por Alejandro Murciano Brea 

En los meses posteriores a la pandemia, al calor del debate sobre los fondos europeos, volvió a escena una viejo asunto que ya nos suena de anteriores crisis: la escasa disciplina financiera que, presuntamente, acompaña a los países del Sur de Europa. El argumento, que ya se esgrimió, por ejemplo, en el rescate a Grecia, radica en que las naciones con mayor fortaleza financiera de la Eurozona (Alemania, Países Bajos, Suecia, Finlandia, etc.) no tienen por qué acudir al rescate de otros países que viven y gastan por encima de sus posibilidades. Algunos Estados se definieron esos días como "frugales", para dejar evidencia de que su esfuerzo financiero no tenía por qué destinarse en financiar los derroches sus vecinos del Sur.

El argumento se compra bien, como si se tratara de un padre que caritativamente le presta dinero a su hijo, o quizás la historia de un amigo que abronca a otro por haberse gastado la paga extra en caprichos para después pedirle que le invite una copa en la cena de la pandilla. Pero cuando hablamos de macroeconomía, una visión tan simplista nunca es acertada.

La teoría de la dependencia es un formulado económico que nos puede ayudar a entender lo que ocurre -y lleva ocurriendo años- en la Eurozona. Sin pretender profundizar demasiado en ella (hay abundante e interesante información al respecto en Internet), muy a grosso modo divide a las naciones en dos grupos: las del centro y las de la periferia. Las primeras, son las dominadoras del comercio exterior, tienen una industria fuerte y exportan productos de alto valor añadido. Las segundas, quedan relegadas a ser "clientes" de las naciones del centro, a focalizar su economía en actividades de menor potencial y a sufrir un cierto subdesarrollo en comparación a las primeras.

Si bien este modelo fue diseñado pensando en Latinoamérica, parece imposible que no nos recuerde a la Europa actual. Los países del centro y del Norte producen coches, bienes industriales o servicios cualificados que desde el Sur compramos, engordando sus cuentas. Ningún secreto es que a menudo lo hacemos con deuda, pública o privada. En cuanto a nuestra actividad económica, nos queda la exportación de bienes menos complejos, o servicios de menor valor añadido como el turismo. Cuando estos sectores, generalmente más cíclicos, sufren, los Gobiernos del Sur recurren a más deuda para evitar el estancamiento económico.

Sin duda, este es un modelo lejos de lo ideal, pero del que las naciones del Norte y Centro de Europa se han beneficiado durante muchos años. Es por eso que a la hora de valorar un plan de ayuda al endeudado Sur de Europa, hay que poner en la balanza todos los factores que han conducido a esa situación, y no solo la parte del relato que le interesa al "Centro".

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