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La asignatura pendiente de España en justicia fiscal

Por Alejandro Murciano Brea

La justicia impositiva es aún una asignatura por aprobar en España. Lejos de quienes definen nuestro país como un infierno fiscal, sigue habiendo en él impuestos que distan mucho de una progresividad absoluta y confiscatoria cómo algunos farfullan. Esto se ejemplifica muy claramente en impuestos indirectos como el IVA, pero incluso los más justos a priori como el IRPF tienen también letra pequeña. No tanto en los distintos tramos de gravamen que alguno se sabrá ya bien, si no sobre todo en el diferente tratamiento fiscal que reciben las rentas del trabajo y las del capital.

A principios de 2024, Sumar presentaba una propuesta que proponía gravar en mayor medida estas últimas, pero hasta ahora el Gobierno solo ha hecho tímidos movimientos con impacto muy limitado. Parece que nadie termina de atreverse a igualar las rentas del ahorro a las del trabajo. Por ser más concretos, en España los beneficios obtenidos a través de activos financieros gozan de una fiscalidad muy ventajosa. Sea por rendimientos del capital mobiliario (el cobro de un dividendo o de intereses por un depósito bancario) o por ganancias patrimoniales (al vender con plusvalía una acción o un fondo de inversión), quienes tienen ahorro suficiente para invertir disfrutan de una tributación asequible. Al menos comparado con un sueldo o pensión de importe similar.

Estas tablas lo explican bien:

-Gravamen de los Rendimientos del trabajo:









Gravamen de los Rendimientos del capital:

Una vez más los datos hablan, y en esta ocasión delatan una desigualdad muy evidente. Y es que solamente en un pequeñísimo tramo (entre los 6000 y los 12540€ de ingresos), las rentas del capital tributan más que las del trabajo (21% vs 19%). Entre los 0 y los 6000 euros el gravamen es igual, y en cuanto pasamos de esos 12540€ son los dividendos, intereses o ganancias por ventas de acciones las que pagan menos que los salarios.

Imaginemos un empleado que ingresa 30.000 euros al año por su trabajo, y por contra un rentista que cobra esa misma cantidad en dividendos de una empresa de la que es accionista. Pese a que el rendimiento bruto es el mismo, el primero pagará 7165 euros en impuestos, mientras que el segundo tan solo desembolsará 6180. Y esa inequidad va a peor, ya que por los últimos 9800€ el trabajador habrá pagado el 30%, y el rentista solo el 21%. Si el mismo ejemplo lo replicáramos con dos rentas de 45.000 euros, la diferencia sería aún más sangrante.

¿Pero por qué es todo esto relevante? A mi juicio, fundamentalmente, por quienes son los que cobran grandes rentas del capital. El argumento populista sería decir que suficientes impuestos pagan los ahorradores por su trabajo, como para que se les penalice también por mover su "dinerillo". Pero la realidad es para las personas de renta media y baja los ingresos por capital mobiliario son muy poco relevantes. No así (en absoluto) para los más adinerados. En este gráfico sacado del diario Cinco Días (con datos del IRPF del 2020) se puede ver:







En los tramos más bajos de renta, los rendimientos del capital mobiliario son casi insignificantes, representando siempre menos del 5% de los ingresos totales. Por contra, las rentas del trabajo son las que llevan el dinero a casa, con un peso de más del 90% para muchos ciudadanos de clase media o media-baja. En promedio, éstas representan un 82,9% de los ingresos totales de los españoles, por tan solo un 3,2% que suponen los saldos del capital. Pero cuando nos vamos a los tramos más altos de renta, la cosa cambia radicalmente. Para los superricos, con ingresos superiores a 600.000 euros al año, los rendimientos del capital mobiliario alcanzan hasta el 26%. Para el grupo inmediatamente inferior (de 240.000 a 600.000€ anuales), representan el 18%.

La lógica que esconde todo esto es clara: las rentas del capital son percibidas fundamentalmente por personas de alto poder adquisitivo, y al cobrarlas tributan bastante menos de lo que lo harían si ese mismo importe lo cobrasen en salario. Y lo que es peor, tienen un gravamen notablemente más bajo que el que se le aplica a un trabajador de clase media por su nómina. Véase el ejemplo que poníamos antes de alguien que cobra 30.000 euros por ambos tipos de ingreso.

Aunque se ha hecho alguna modificación reciente, y se han escuchado propuestas de cambio más bruscas, España sigue lejos de igualar rentas del trabajo y del capital. La asimetría, que ya decíamos que es evidente, vuelve a inclinarse a favor de los más adinerados. Un panorama que resulta frustrante dado que, apropiándome de una frase ajena, lo importante de los impuestos no es solo que recauden mucho, si no que redistribuyan mejor.

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