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El capital extranjero, bondades o malicias

Por Alejandro Murciano Brea

El capital extranjero, ese agente económico tan aclamado y deseado por algunos, ese anhelo de los liberales que lo consideran un motor del crecimiento económico. Lo cierto es que últimamente lo tenemos presente, y no poco. De hecho, hasta el punto de copar varios titulares de peso en la prensa. Pero más allá de las últimas noticias, el dinero de los magnates foráneos, y en particular de los fondos de inversión, se extiende como la pólvora entre las grandes empresas españolas. Quitando a Inditex, las empresas con mayor capitalización del IBEX tienen más accionariado extranjero que nacional. Un accionariado que muchas veces no entiende las necesidades del país y de sus ciudadanos.

Hablando de titulares, el más notorio en las últimas fechas hace referencia a Telefónica. El Estado saudí, a través de su filial STC (Saudi Telecom Company) , de la que posee un 64% de las acciones, ha adquirido el 9,9% de la "teleco" que preside Pallete. La operación se ha elevado hasta los 2100 millones de euros, y se enmarca dentro de la  ya conocida estrategia del país del golfo, que busca reinvertir el dinero del petróleo en otros negocios a lo largo y ancho del mundo. Persiguen, por supuesto, mantener su posición de opulencia y privilegio.

La historia se escribe sola. Un régimen autocrático, donde se vulneran los derechos humanos, se hace con una posición significativa en una gigante de las telecomunicaciones. Además, STC dice que no llega para modificar las políticas de Telefónica, pero los expertos apuntan a que es una compañía que acostumbra a interceder en las decisiones de allí donde invierte. Desde luego, que el movimiento haya pillado por sorpresa a todos no es buena señal. En cualquier caso, los saudíes casi se aseguran 170 millones de euros en dividendos al año gracias a su participación en la teleco, y solo el escudo "antiopas" que introdujo el Gobierno ha impedido que su irrupción fuera, probablemente, aún más brusca.

De modificar políticas empresariales en Naturgy saben bastante. La gasista que preside Francisco Reynés se encuentra fuertemente participada por fondos de inversión extranjeros, incluyendo a los australianos de CVC, que pujaron hace no mucho por hacerse con el control de la compañía. Al parecer a estos fondos nos les convencía la estrategia de la empresa, y presionaron a Reynés para que les aumentara el dividendo. El mandatario así lo hizo hace poco, temeroso por su puesto, y tuvo que aumentar el pago por acción de 1,2 a 1,4 euros. Esto por supuesto tuvo sus consecuencias, y la compañía tuvo que reducir sus inversiones previstas en 800 millones de euros. Siendo Naturgy un actor fundamental en la transición energética, y teniendo buena parte de esas inversiones como objetivo el desarrollo de renovables, la noticia es nefasta.

Y de gigante a gigante del sector eléctrico, el caso de Endesa es también paradigmático. Tras el largo cruce de OPAs que terminó con la compra del 70% de la empresa por la italiana Enel, parece que Endesa ha priorizado también el pago del dividendo sobre otros objetivos de más largo plazo. Un dividendo que, por supuesto, se ha expatriado en su mayoría a Italia. Hace meses hicimos ya una comparación entre la capacidad en renovables de Iberdrola y Endesa, y la conclusión era clara: la segunda salía claramente como perdedora. Esa obsesión por el dividendo sobre las reinversiones a buen seguro ha tenido algo que ver.

Son solo algunos ejemplos, pero a buen seguro hay muchos más. Y mientras tanto, los empresarios y los neoliberales siguen a lo suyo. A tenor de la operación en Telefónica, son muchas las voces de gente de las finanzas que aplaude y bendice la compra, esgrimiendo el argumento de que demuestra la fortaleza de la empresa. En el entorno del IBEX, alguno como Ismael Clemente (de quien ya hemos hablado en otras ocasiones), va más allá. El CEO de Merlin Properties opina que el hecho de que en España entre mucho capital extranjero, pero no ocurra lo mismo en sentido contrario, es culpa del sistema público de pensiones. Impresionante. Para alguno siempre es buen momento de intentar meterle un tijeretazo a lo público.

Más allá de lo económico, es tremenda la hipocresía con la que se trata a lo extranjero socialmente. Cuando son personas las que vienen, generalmente huyendo de situaciones límite en sus países, se les apunta cómo el dedo como una amenaza para el empleo y la seguridad. Cuando es el dinero el que entra de la mano de señores trajeados, es un motor para relanzar nuestra economía y nuestras empresas. Una reflexión esta que creo que no por evidente, hay dejar de hacer.

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