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Crónica de una crisis ¿anunciada?

Por Alejandro Murciano Brea

La alargada sombra de la crisis bancaria vuelve a amenazarnos. Más de una década después de la caída de Lehmann Brothers, un nuevo banco vuelve a quebrar y desata una enorme ola de desconfianza. La posibilidad de un efecto contagio y de un "crack" en los mercados nos recuerda al ruido de épocas pasadas y nos hace temblar. Como también lo hacen los ecos de la crisis económica generada a partir del terremoto financiero de 2008. Pero, ¿era esto esperable?

Por si alguien ha estado encerrado en una cueva las últimas dos-tres semanas, todo empezó con la quiebra de un banco estadounidense mediano, el Sillicon Valley Bank. Esta entidad se había dedicado a comprar activos de renta fija (bonos, letras, obligaciones) con buena parte de los depósitos que sus clientes le habían confiado. Sin embargo, estos clientes (grandes empresas tecnológicas en su mayoría) tuvieron una necesidad de liquidez más alta de lo habitual, y el SVB tuvo que vender sus bonos para atender a la demanda de efectivo. Podía no haber sido muy grave, si no fuera porque las subidas de tipos han hecho que la renta fija pierda buena parte de su valor, y que por lo tanto Silicon Valley Bank sufriera grandes pérdidas al liquidar sus activos. Eso generó desconfianza, clientes queriendo retirar sus depósitos, y el resto es historia.

Esta vez no se cumplió el mantra de que las subidas de tipos de interés benefician a la banca, si no todo lo contrario. Más bien, fueron el origen de una inestabilidad financiera cómo hacía años que no se veía. Por supuesto, tuvo que ser la FED la que salió a calmar a todo el mundo, movilizando enormes cantidades de liquidez para prevenir un colapso financiero. Los "fans" de los sistemas descentralizados y del mundo cripto deberían reflexionar ahora que hubiera pasado si no existieran Bancos Centrales. Quien si no el sector público hubiera dado al mercado la confianza que necesitaba. Con todos sus peros, siguen siendo un cortafuegos y un interventor necesario en la economía.

A todo esto, días después del SVB cayó otro banco de características similares, el Signature Bank. Pero la crisis tomó otra dimensión cuando el Credit Suisse, entidad de enorme tamaño, fue señalada por los mercados como una posible nueva víctima. Los saudíes, propietarios de cerca del 10% del banco, aseguraron que no aportarían más capital, generando una avalancha de desconfianza en la bolsa y en los clientes. Aquí es cuando el neoliberal estado suizo decidió que para eso si tenía que intervenir. Primero, respaldando a la entidad con los fondos de su Banco Central, y después invitando a UBS (primer banco del país) a absorber a Credit Suisse. Así se hizo finalmente en una operación que se cerró en unos 3200 millones de dólares, con el apoyo indispensable del sector público que dio una garantía de 9000 millones. Pero no lo llamarán rescate, por supuesto.

Todo esto deja dos lecciones. O mejor dicho, una lección y una reflexión. La primera, que por muchos colchones anticrisis que se le ponga a la banca, sigue siendo un gigante con pies de cristal. Como negocio basado en la confianza que es, no es capaz de soportar que todos sus clientes la pierdan simultáneamente. Si todos quieren retirar su dinero, la entidad no tiene capacidad de reacción, así de sencillo. Y menos mal que la regulación bancaria ha obligado a los bancos a fortalecer sus balances, en caso contrario quien sabe lo que habría pasado. O hasta donde hubiera llegado todo esto sin el apoyo de las instituciones.

Pero por otro lado, la reflexión. ¿Qué alternativa hay realmente a la banca? Entendiendo que por volúmenes es casi imposible que su función la asuma el sector público, es el único catalizador que permite que fluya el crédito en la economía y que la actividad productiva no se estanque. De qué forma, si no apalancándote con el dinero que te depositan los ahorradores, se pueden prestar millones y millones para las empresas y familias. ¿Es la banca un elemento frágil, a menudo avaricioso y ventajista, pero necesario?

Comentarios

  1. Interesantisima reflexión. Qué paradoja estar en manos de entidades imprescindibles pero que no se rigen por el bien común!!!

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