Por Alejandro Murciano Brea El pasado mes de agosto, Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica, anunciaba una serie de medidas enfocadas a reducir el consumo de gas. El contexto geopolítico era más que complejo, con Putin reduciendo al mínimo el flujo hacia Europa, y con la amenaza de cerrar el grifo por completo. Al fondo, como siempre, traslucía la emergencia climática y el sufrido bolsillo de los ciudadanos al pagar sus facturas. Europa había pactado el tratar de reducir el 15% el consumo de gas, si bien a España solo se le exigía el 7% por su menor dependencia de Rusia. Pero igualmente había que tomar decisiones. En el paquete de medidas tomadas se incluía regular la temperatura en los centros de trabajo. Así, en invierno la calefacción debería ponerse hasta máximo los 27 grados y en verano el aire acondicionado no podría bajarse de los 19. También se sumaban otras cuestiones, como apagar los luminosos comerciales a partir de las 22h o la obligatoriedad de tener cierres autom...